La Guerra De Los Mil Días

El desorden institucional, la quiebra de la Hacienda Pública, las rivalidades entre caudillos, encontraron al fin un dique en la Constitución de l.886, con la que se canceló el federalismo definitivamente y se fortaleció el poder central. Núñez fue su gestor, al encabezar el movimiento de la Regeneración. [1]
Las garantías democráticas quedaron suspendidas y la persecución contra los radicales llevó a una última contienda finisecular denominada de Guerra de los Mil Días, en mitad de la cual se inicia el siglo XX. Con ésta, la peor de las guerras declaradas, se consolida el bipartidismo liberal-conservador.[2]
Esta guerra estalla el diecisiete de octubre de 1899, debido a la oposición del Liberalismo al gobierno conservador de la Regeneración y a la búsqueda de una reforma a la Constitución de 1886 considerada autoritaria, cuando los pacifistas del partido liberal no pudieron contener la furia armada de las juventudes. Hasta el último momento, el Olimpo Radical procuró detener una guerra para la cual el liberalismo no estaba preparado. Prueba de ello es el llamado 'telegrama mortal', que se distribuyó a última hora a las regiones y en el cual la Dirección Liberal solicitaba a los caudillos locales no atender el llamado al conflicto.
Los jefes liberales fueron los generales Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera; y los conservadores, los generales Próspero Pinzón, Ramón González Valencia, Pedro Nel Ospina y otros, quienes defendieron el gobierno del Presidente Manuel Antonio San Clemente y del vicepresidente José Manuel Marroquín. La guerra tuvo su principal escenario en Santander pero se extendió a todo el país. Sus principales batallas fueron las de Peralonso y Palo Negro; esta última duró 15 días en un enfrentamiento entre las fuerzas liberales con 8.000 soldados y el ejército conservador con 18.000 hombres. Esta batalla culminó con el triunfo de las fuerzas del gobierno comandadas por el general Próspero Pinzón.
[3]
Las mujeres se encargaron de llevar los mensajes, de curar a los heridos y estuvieron presentes en las filas liberales, cuya conformación permitió la creación de columnas femeninas, mientras que en el estricto ejército conservador no hubo cabida para ellas. Se hicieron célebres mujeres de todas las regiones del país que lucharon con tanto coraje y arrojo como cualquier hombre.
Los niños tampoco se encontraron a salvo de la guerra, los que residían en las ciudades cambiaron las rondas por las marchas y en las aulas los rojos y los azules estaban aparte.
Los indígenas participaron en el conflicto por fidelidades de compadrazgo, por fines económicos y en últimas porque la guerra les llegó a sus tierras. Actuaron, como la gran mayoría de la población, en labores de apoyo o en unidades combativas.
La Iglesia tomó partido y como retaliación al trato dado en la Constitución de 1863 durante el gobierno liberal de Tomás Cipriano de Mosquera, en el cual se expropiaron sus bienes, actuó en la esfera de lo político ganando adeptos para el partido conservador en nombre del cielo y del infierno. Así, el conflicto adquirió dimensiones de guerra santa y los liberales aparecieron como masones, agnósticos y ateos que se debían exterminar para la gloria de Dios.
La Guerra de los Mil Días duró tres años, se desarrolló en toda la geografía colombiana, con excepción de las regiones selváticas y Antioquia, donde la lucha no adquirió las proporciones de las demás regiones. Después de los tratados de Neerlandia y Wisconsin en 1902 se alcanzó la paz para Colombia en los albores del siglo XX.
[4]
Este fue el conflicto más largo, complejo y sangriento de toda la historia colombiana. Ningún colombiano estuvo a salvo y todos de una manera u otra hicieron parte de la guerra.
El Doctor Ignacio Londoño Palacio, no estuvo ajeno al conflicto pues debido a su filiación liberal, las persecuciones iniciadas por los conservadores a los liberales (en esa época conocidos como los radicales), lo afectaron teniendo que huir de Manizales hacia las minas de Toldafría en el monte de Tesorito para asegurar su vida ya que para la época también había tenido que abandonar su hacienda, por el peligro que representaba para su vida. Las persecuciones también menguaron su ganado, que para entonces alcanzaba las setecientas cabezas, por la consigna que existía y que pregonaba "diez guerrilleros juntos pueden pelar una res”. Después de la guerra de los mil días, cuando pudo regresar a su hacienda, solo encontró cien reses.
A pesar de las vicisitudes, Ignacio Londoño Palacio conservó espíritu emprendedor y su gran visión futurista. Mejoró su hacienda con cultivos de maíz y pastos, construyó a pico y pala un acueducto “acequia” para traer agua a su hacienda desde Filandia, labrando varios kilómetros de canales con túneles para atravesar montañas. Este cariño e interés por la tierra y sus mejoras (pastos, aguas, ganado, cultivos, caminos, etc.) se ha mantenido en su descendencia que reconoce al carácter de pionero de su antepasado y se esmera por mantener y optimizar la calidad de su herencia, por lo menos de la parte cuya propiedad conservan algunos todavía.

[1] www. Geocities.com/raicespaisas/guerradelosmildias
[2] www. Geocities.com/raicespaisas/guerradelosmildias
[3] www.geocities.com/raicespaisas/guerradelosmildias
[4] www.geocities.com/raicespaisas/guerradelosmildias
(Imagen sacada wikipedia)