Vida Matrimonial Y Familiar Del Doctor Londoño

El dieciséis de febrero de 1885 Ignacio contrajo nupcias con Virginia Mejía, quien nació en el Retiro Antioquia en un hogar de 14 hijos y cuyos padres fueron Pedro Mejía y Ana Peláez. [1]
Virginia estudió en la Escuela Normal de Institutoras de Medellín (fundada en 1874), siempre mantuvo una gran altura académica. En el año de mil ochocientos ochenta y dos se graduó y fue nombrada directora de la Escuela Urbana de Manizales y en el año de 1884 renunció para casarse con Ignacio Londoño.
El Sacerdote que los casó fue Gregorio Nacianceno Hoyos y Yarza, quien fue cura párroco desde 1880. En mil novecientos fue nombrado primero Administrador Apostólico y luego primer Obispo de Manizales hasta su muerte en 1921; el 16 de diciembre de 1901 fue preconizado a la alta dignidad eclesiástica por el Papa León XIII. Fue el organizador de la nueva diócesis y creador del seminario.

Virginia e Ignacio tuvieron seis hijos: Maria Teresa casada con Jesús María Vallejo, Elvia casada con Eduardo Jaramillo, Mercedes religiosa del Convento de la Visitación, Antonio José casado con Cecilia Mejía, Alberto falleció pequeño y Alicia casada con Rafael Restrepo, quienes a pesar de haber vivido y recordar el panorama político y la persecución política emprendida contra su padre durante la guerra de los mil días tuvieron un gran carácter, gran formación y una visión empresarial.
La preparación académica tanto de Ignacio como de Virginia prometía ser uno de los valores para prestar su servicio a la patria, al ser él, Abogado del Colegio Mayor del Rosario y ella Maestra graduada de la Escuela Normal de Institutoras, fueron una pareja de selección en el Manizales de esa época que era un pueblo con casi 40 años de fundado. Ambos eran de filiación liberal, lo cual les trajo sinsabores políticos y religiosos.
A Ignacio por su filiación política y su amistad con el General Uribe Uribe, compañero de aula universitaria y académico de la escuela liberal radical, al ser perseguido a muerte por los conservadores de la época. El disentimiento del clero también llegó a Virginia, mujer inteligente y muy preparada para la época, cuando Monseñor Gregorio Nacianceno Hoyos, la vetó por algunas reuniones de tipo cultural que hacía en su casa y que él creía con rasgos de heterodoxia
[2].
Es por esta razón que familiarmente la vida de Ignacio Londoño Palacio transcurrió con grandes sufrimientos a pesar de su buena preparación intelectual, su inteligencia y su gran carisma
Se conservan del Doctor Londoño un buen número de cartas, prácticamente todas de carácter familiar, que permiten asomarse un poco a su personalidad polifacética. Desde su escritura (tenía una letra bellísima) hasta su condición de esposo tierno y padre cariñoso, preocupado por la salud y la educación de sus hijos, así como de su gran atención a los aspectos económicos del hogar durante sus ausencias con recados para su madre sus cuñadas todo el entorno familiar.
Deja entrever lo duro de la etapa de montar una finca o la búsqueda de nuevos procedimientos para la mina de Tolda Fría (hace un viaje de Medellín a Titiribí para conocer las instalaciones de las minas de El Zancudo, las mejores quizás, de aquella época).
Aparecen también discretas pinceladas sobre la situación política, las enormes dificultades de los caminos, la búsqueda de nuevos pastos o cultivos, la calidad del ganado, etc. En síntesis un hombre de profunda preocupación familiar atento a los problemas sociales, económicos y políticos de la época.
Virgini a estudió en Medellín y le correspondió la denominada época de oro en la educación, ya que fue egresada de la Escuela Normal de Institutoras, valiendo la pena destacar en este estudio histórico los orígenes y fundación de la misma, encontrando lo que bien puede llamarse el inicio de la lucha de la mujer para conseguir el derecho a la educación y la cultura, derecho que solo se consolida hasta muy avanzado el siglo XX. En la época en la que Pedro Justo Berrío, fue presidente conservador del Estado de Antioquia, a pesar de gobernar en un país dominado por los liberales, aprovechó el progreso económico para darle un impulso notable a la instrucción pública. Este esfuerzo fue continuado por su sucesor hasta 1876, logrando aumentar el número de alumnos de primaria y mejorar la capacitación técnica, sobre todo en cerrajería, carpintería, herrería y telegrafía.
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En 1870, el Decreto Orgánico de Instrucción Pública expedido por los liberales radicales, que declaró laica, gratuita y obligatoria la primaria y ordenó crear Escuelas Normales para formar maestros, abrió una era de avance educativo sin precedentes en Colombia.[4]
La reforma educativa trajo muy buenos resultados en Antioquia, donde se respetó la orientación religiosa de la instrucción, evitando los ataques de la Iglesia y de los conservadores, para quienes la falta de contenido confesional de la educación pública perjudicaría tanto la religión y la sociedad. En otros estados como el del Cauca, hubo gran oposición lo impidió que la reforma diera frutos.[5]
Entre finales del XIX y comienzos del XX, para los antioqueños, sin importar su origen social, la educación llegó a ser considerada un logro importante en la vida. Autoridades y parientes asistían a los solemnes exámenes de fin de año. La prensa oficial publicaba las calificaciones y las faltas de asistencia de los alumnos del Colegio del Estado (hoy Universidad de Antioquia). [6]
Las escuelas, ubicadas en los principales pueblos, apenas beneficiaban a una pequeña parte de la población. Miles de antioqueños, incluso algunas personas adineradas, eran analfabetos. En la Antioquia colonial, sólo las jovencitas adineradas aprendían a leer y escribir. En el siglo XIX esto cambió.
Hasta muy entrado el siglo XX la educación se impartía por separado para ambos sexos. Por lo regular las escuelas de niños eran sostenidas por el gobierno, y las de niñas por los padres de familia. En 1835, Antioquia tenía 65 escuelas para varones y apenas 14 para niñas. Diez años más tarde aumentaron a 90 para varones y 48 para niñas, gracias al apoyo del Ministro del Interior, Mariano Ospina Rodríguez.
Según el anuario estadístico de 1888, Antioquia atendía "... con más celo la educación de la mujer": ese año las escuelas de varones sumaban 124 y las de niñas, 132. A ellos los ponían a trabajar a temprana edad. Los diarios y memorias personales muestran que, aun en el campo, las madres acostumbraban leer a sus hijos, enseñarles las primeras letras y los rudimentos de la doctrina cristiana.
En 1870 se abrió en Medellín la Escuela Normal, primer establecimiento que hubo en Antioquia para formar maestros, y en 1872 se fundó la Escuela Normal de Institutoras. Diez años más tarde, Antioquia tenía 121 maestros y 127 maestras.
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Entre 1850 y 1930 surgieron en Medellín, y en otros 85 pueblos antioqueños, cerca de 500 entidades y grupos interesados en el progreso cultural. Entre estos se contaban tertulias literarias, academias y bandas musicales, asociaciones cívicas, temperantes, clubes sociales, y una serie de bibliotecas públicas. Fue famosa la Biblioteca del Tercer Piso fundada en 1893 por un grupo de jóvenes de Santo Domingo, entre ellos Tomás Carrasquilla.[8]
Con estos apuntes tomados de la historia educativa antioqueña, vemos el nivel cultural logrado por el matrimonio Londoño- Palacio, ya que la educación que se procuraron, no era común para la época.
[1] Gabriel Arango Mejía. Genealogías de Antioquia y Caldas. Editorial Bedout. S.A. 1973
[2] Tradición oral familiar Olga Londoño, Gustavo Londoño, Diego Restrepo, Leticia Vallejo
[3] www. Editorialudea/especialestexyos.htm
[4] www. Editorialudea/especialestexyos.htm
[5] www. Editorialudea/especialestexyos.htm
[6] www. Editorialudea/especialestexyos.htm
[7] www. Editoraludea/especialestexyos.htm
[8] www. Editorialudea/especialestexyos.htm
(Imagen de Viginia Mejía)